sábado, 4 de enero de 2014

Un estribillo




Los palos de mangos de la Plaza Bolívar ofrecen sombras tan dulces como los mejores de sus frutos. Así debieron sentir aquellas dos muchachas que allí conversaban la tarde de ayer. Eran hermosas; llamaba la atención el color de sus cabellos; si fuesen de alguno de los hermosos pueblos ancestrales, podrían llamarse “noche estrellada” o “campo de luceros”. Su piel morena y sus ojos parecían dos joyas plateadas que la naturaleza incrustó en sus rostros. Era una escena del mejor cine latinoamericano; yo casi detuve mis pasos, crucé por su lado muy despacio; al pasar noté que en aquel cuadro “real y maravilloso” solo desentonaban los diálogos; al pasar escuché que hablaban de sus teléfonos. Este me costó siete palos, dijo una de ellas para cerrar el suceso. 

Entonces pensé lo común, y triste que es ese tipo de diálogo, sobre teléfonos, ropas, marcas, falsos ídolos; en fin, se trata de una concepción de la belleza de la vida que solo atrae una “felicidad” sustentada en el consumismo, el fetichismo y otros ismos penosos. Porque los medios han exaltado el consumo y han olvidado la vida; para una buena parte de la humanidad, pesa el funesto silencio que le confiere el imperialismo a todo lo que no le conviene para sobrevivir. En estos tiempos donde se cometen grandes genocidios en todo el planeta, comenzando por las intervenciones, agresiones, asesinatos masivos, como lo que hasta ahorita ha ocurrido en Palestina o Siria, pueblo donde se ha montado un escenario bélico irracional, cuyo asedio por parte de los mercenarios ha sido originado, estimulado y sustentado por el gobierno de los poderosos, por los que tienen intereses económicos y se apoyan en su Complejo Militar Industrial y en una política cuya historia tiene muchas caras ocultas. Estados Unidos de América escribe el guión de todas las guerras; luego las financia y así, con ese juego malévolo, ha hecho de ese mundo un sitio en el que apenas se puede vivir y donde no todas las muchachas pueden hacer lo que hacían las de la Plaza Bolívar. 


Pero es bueno contraponer esas imágenes; porque no se es noble una persona si olvida que hay un país hermano como Siria, asediado, víctima de mercenarios muy bien entrenados que se disfrazaron de fuerzas populares para crear una situación de conflicto en el paí s; es bueno recordar que esa guerra es MADE IN USA y solo se beneficia USA; es bueno saber que nuestro pueblo está sujeto a ese tipo de acciones, construidas y financiadas por los verdaderos terroristas, cuya cabeza más visible es la del señor Obama, a quien en un desliz lamentable se le impuso el Premio Nobel de la Paz, vaya ironía, vaya burla. Para él y su pandilla es ya un hábito intervenir una nación soberana; esta vez con el ya habitual pretexto de representan un peligro para el mundo, en especial para los espaciales MADE IN USA; han colocado en el rol protagónico el uso de armas químicas; pero todavía no se ha confirmado quien las usó; aunque todo anuncia que fueron las “fuerzas irregulares” que ellos armaron y apoyan con material bélico y un sistema de propaganda miserable. Tejen un mar de suposiciones; pero todo indica que el final del firme está escrito y van a bombardear a miles de seres humanos, cuya única esperanza es su disposición de luchar por lo que tienen, por su bandera por sus campos fértiles, por su digna libertad que es el bien más preciado de cada individuo. La Casa Blanca lo sabe y por eso mismo arremete; sus aviones están listos para sobrevolar al pueblo milenario de Siria, sus verdes prados; los sirios, a través del tiempo, han aprendido a resolver sus conflictos, ha resistido las adversidades; se trata de un pueblo con un inmenso fervor patrio y es triste hacernos de vista gorda ante tan horrendo e inminente magnicidio. Y no podemos darnos el lujo de callar; no debemos quedarnos maniatados ante la historia de los centros de poder y sus medios de comunicación. La humanidad necesita la paz, el Papa Francisco, pidió hace unos días que conjugáramos la fe y amor por la paz en Siria; y así mismo nuestro Presidente Constitucional Nicolás Maduro hizo un llamado de atención al Guacho que tiene cierto olor a azufre, el presidente de USA, para que cese su magnicidio contra la humanidad, contra los pueblos libres del mundo. Ante esta situación, es un deber unirse por la paz; hay que rechazar la guerra y la destrucción, con convicción de que la paz es la única salvación posible y por ella hay que detener la arrogancia y del imperio; ya estamos hartos de tan arbitrario sacrilegio contra los pueblos, ya estamos hartos de la impunidad, ya basta de tanto abuso. El estribillo por la vida, por la paz, hay que cantarlo a coro, para que sea un solo estribillo y se escuche cada vez más. Digamos no a los grandes monopolios del dinero y la maldad, no al imperialismo y su carrera armamentista, usemos el canto más potente de los pueblos libres, ese que silba en el corazón de los hijos de la patria, el de los humildes, el del amor, el himno de la alegría, el trabajo creador y la paz. Las personas de bien no se forman en las aulas, sino en la vida diaria; porque la única opción de las personas de bien es la de ser un indignado frente a las injusticias, al hambre, a la pobreza, y la explotación; lo contrario sería ser un cómplice de la maldad imperial, de los que siembran la destrucción y el miedo en el planeta.