Los palos de mangos de la Plaza Bolívar ofrecen sombras
tan dulces como los mejores de sus frutos. Así debieron sentir aquellas dos
muchachas que allí conversaban la tarde de ayer. Eran hermosas; llamaba la
atención el color de sus cabellos; si fuesen de alguno de los hermosos pueblos ancestrales, podrían llamarse “noche estrellada” o “campo de luceros”. Su piel
morena y sus ojos parecían dos joyas plateadas que la naturaleza incrustó en
sus rostros. Era una escena del mejor cine latinoamericano; yo casi detuve mis
pasos, crucé por su lado muy despacio; al pasar noté que en aquel cuadro “real
y maravilloso” solo desentonaban los diálogos; al pasar escuché que hablaban de
sus teléfonos. Este me costó siete palos, dijo una de ellas para cerrar el
suceso.
Entonces pensé lo común, y triste que es ese tipo de diálogo, sobre teléfonos, ropas, marcas, falsos ídolos; en fin, se trata de una concepción de la belleza de la vida que solo atrae una “felicidad” sustentada en el consumismo, el fetichismo y otros ismos penosos. Porque los medios han exaltado el consumo y han olvidado la vida; para una buena parte de la humanidad, pesa el funesto silencio que le confiere el imperialismo a todo lo que no le conviene para sobrevivir. En estos tiempos donde se cometen grandes genocidios en todo el planeta, comenzando por las intervenciones, agresiones, asesinatos masivos, como lo que hasta ahorita ha ocurrido en Palestina o Siria, pueblo donde se ha montado un escenario bélico irracional, cuyo asedio por parte de los mercenarios ha sido originado, estimulado y sustentado por el gobierno de los poderosos, por los que tienen intereses económicos y se apoyan en su Complejo Militar Industrial y en una política cuya historia tiene muchas caras ocultas. Estados Unidos de América escribe el guión de todas las guerras; luego las financia y así, con ese juego malévolo, ha hecho de ese mundo un sitio en el que apenas se puede vivir y donde no todas las muchachas pueden hacer lo que hacían las de la Plaza Bolívar.
Pero es bueno contraponer esas imágenes; porque
no se es noble una persona si olvida que hay un país hermano como Siria,
asediado, víctima de mercenarios muy bien entrenados que se disfrazaron de
fuerzas populares para crear una situación de conflicto en el paí s; es bueno
recordar que esa guerra es MADE IN USA y solo se beneficia USA; es bueno saber
que nuestro pueblo está sujeto a ese tipo de acciones, construidas y
financiadas por los verdaderos terroristas, cuya cabeza más visible es la del
señor Obama, a quien en un desliz lamentable se le impuso el Premio Nobel de la
Paz, vaya ironía, vaya burla. Para él y su pandilla es ya un hábito intervenir
una nación soberana; esta vez con el ya habitual pretexto de representan un
peligro para el mundo, en especial para los espaciales MADE IN USA; han
colocado en el rol protagónico el uso de armas químicas; pero todavía no se ha
confirmado quien las usó; aunque todo anuncia que fueron las “fuerzas
irregulares” que ellos armaron y apoyan con material bélico y un sistema de
propaganda miserable. Tejen un mar de suposiciones; pero todo indica que el
final del firme está escrito y van a bombardear a miles de seres humanos, cuya
única esperanza es su disposición de luchar por lo que tienen, por su bandera
por sus campos fértiles, por su digna libertad que es el bien más preciado de
cada individuo. La Casa Blanca lo sabe y por eso mismo arremete; sus aviones
están listos para sobrevolar al pueblo milenario de Siria, sus verdes prados;
los sirios, a través del tiempo, han aprendido a resolver sus conflictos, ha
resistido las adversidades; se trata de un pueblo con un inmenso fervor patrio
y es triste hacernos de vista gorda ante tan horrendo e inminente magnicidio. Y
no podemos darnos el lujo de callar; no debemos quedarnos maniatados ante la
historia de los centros de poder y sus medios de comunicación. La humanidad
necesita la paz, el Papa Francisco, pidió hace unos días que conjugáramos la fe
y amor por la paz en Siria; y así mismo nuestro Presidente Constitucional
Nicolás Maduro hizo un llamado de atención al Guacho que tiene cierto olor a azufre,
el presidente de USA, para que cese su magnicidio contra la humanidad, contra
los pueblos libres del mundo. Ante esta situación, es un deber unirse por la
paz; hay que rechazar la guerra y la destrucción, con convicción de que la paz
es la única salvación posible y por ella hay que detener la arrogancia y del
imperio; ya estamos hartos de tan arbitrario sacrilegio contra los pueblos, ya
estamos hartos de la impunidad, ya basta de tanto abuso. El estribillo por la
vida, por la paz, hay que cantarlo a coro, para que sea un solo estribillo y se
escuche cada vez más. Digamos no a los grandes monopolios del dinero y la
maldad, no al imperialismo y su carrera armamentista, usemos el canto más
potente de los pueblos libres, ese que silba en el corazón de los hijos de la
patria, el de los humildes, el del amor, el himno de la alegría, el trabajo
creador y la paz. Las personas de bien no se forman en las aulas, sino en la
vida diaria; porque la única opción de las personas de bien es la de ser un
indignado frente a las injusticias, al hambre, a la pobreza, y la explotación;
lo contrario sería ser un cómplice de la maldad imperial, de los que siembran
la destrucción y el miedo en el planeta.