Eres el rojo de las nubes que yacen heridas en
tus manos, y no te cansas entre bostezos, sino que amasas velas y sacudes
banderas, con los 3 vientos y los hijos del sol que han despertado clamando
libertad y otras herejías.
La lucha revolucionaria se propaga en la exacta
flecha que brota del arco indomable de un empolvado Cacique que tiempla los
dientes. Resuenan los tambores de batalla y ondean las retomadas banderas. De
un naufragio de siglos, con la llegada del hombre blanco, que trajo consigo no
más que pestes. Nos encontramos lejos de un final, porque la lucha que
expresamos hoy es y será perdurable, ancestral. Nadie aquí a perdido
nada. Bolívar con el clero, con la mayor expedición que jamás llegó a
Suramérica: Dieciocho barcos de guerra y cuarenta buques mercantes
transportando un ejercito compuesto de infantería, caballería y artillería;
once mil hombres en total al mando de Pablo Morillo; con la perdida de 2
Repúblicas y algunos de sus Generales subordinados; con la expedición fallida
de Ocumare y el ejercito patriota dividido, incluso frente a la fuerza de la
naturaleza, nunca cedió ante el infortunio. Somos bañados por el sol que
resurge desde el Sur, escasos vestigios de un final.
Nuevos horizontes, expectativas y victorias que
se encarnan en el acervo habitual de nuestras ideas, Chávez habla de
un nuevo modelo social, humanamente gratificante, del ejemplo tanto en lo
individual como en lo colectivo. Bolívar escribe: paciencia y más paciencia,
constancia y más constancia, trabajo y más trabajo; para tener patria. Por la
que pujamos los hombres conscientes de clase, que en sintonía con la Pachamama
trabajamos constantemente por el bien del individuo social, por las masas, por
el colectivo, sujetos a la transformación, siendo paladines de luz. Es el
cambio de espíritu, decía Martí, es la batalla moral, la batalla de los
valores, la espiritual, la batalla de las ideas.
Para los que ceden ante las tabletas analgésicas
de las élites, a los renegados que se arrepiente en lo más profundo del
espíritu a ellos que desconocen la miseria en la que están sumidos, (vida
ilusoria del hombre que solo mendiga comodidades,) que deambulan en
mezquindades inmediatas y no los mueven las ideas universales, para el
alienado que consigue sentido de pertenecía en los centros comerciales, para
las transnacionales y los imperios, es nuestro agitar de banderas rojas con las
que pincelamos el cielo, tomándole por asalto. más allá de la utopía, nuestro
deber es luchar, como lo dijo Fidel, con todo nuestro brío porque sabemos que
solo una fuerza moral colectiva es capaz de salvar el mundo, la lucha
revolucionaria es el eterno asedio.