martes, 3 de septiembre de 2013

El puño que la lleva hacia la victoria




El pasado domingo, una amiga de mi etapa liceísta me ha recordado la famosa frase, “una golondrina no hace verano”; yo le dije que es cierto pero que también sugerí no olvidar lo que le sigue; porque en verdad una sola no hace el verano pero sí “trae noticias del”. Estas palabras nos sirvieron de parábola para conversar y comprender ciertas posturas que se exhiben como trofeos y en el fondo no son más que desafueros inútiles. No creo saludable para nuestro país que dancemos como algunos camaradas, esos que dan vueltas a ciegas y mueven la cadera al ritmo de fraccionalismo. 

Hasta donde sé, el actual alcalde, Abundio Sánchez, es un revolucionario que ha hecho un trabajo en la alcaldía; pues demos eso por cierto y pasemos por alto deficiencias (también las hay) y despidamos su ciclo con un viva por sus éxitos y examinemos qué y cómo hacerlo mejor. Una etapa de su vida terminó y otra comenzará; su virtud mayor sería asumir con humildad las nuevas decisiones de la dirección política de la revolución y esperar las tareas que le correspondan. Por otra parte debe apoyar a quienes le sucederán, es un deber.


Pobre de espíritu, carente de humildad es aquel que no cede y  juzga por adelantado la capacidad del otro, el que todavía no ha tenido la oportunidad de demostrar cuánto puede hacer. No somos Dios para adelantarnos y especular sobre el trabajo que ahora le corresponde a Edgardo Ramírez. ¿Por qué desconfiar? ¿Por qué creer que el otro siempre está equivocado? Hay un nuevo escenario político y para ese nuevo escenario hay nuevas estrategias. Ellas nos llevarán a superarnos a nosotros mismos y con ello a dejar atrás esos errores lógicos de un nuevo sistema social, cuyo principal obstáculo es erigirse sobre las bases de una sociedad capitalista, enferma en sus raíces, en esas raíces que debemos arrancar para sembrar en esta tierra el árbol nuevo de la patria nueva. ¿Por qué jugar al discurso de la derecha? ¿Por qué volver al argumento enfermizo de que este o aquel “no es Chávez”? ¿Acaso olvidamos que solo somos Chávez si somos todos y que si nos desunimos somos otra vaina; pero no Chávez? En una revolución en desarrollo solo hay la alternativa de la unidad y esa unidad se hace evidente con disciplina. “Chávez, lo juro, mi voto es por Maduro”, decíamos en alta voz el 14-4; pues bien, si hicimos ese juramento ahora pongamos nuestras vidas ante los designios de la Patria y vivamos los aciertos y desaciertos como una familia, unidos. El camarada Abundio Sánchez tiene una sola alternativa: atender el nuevo llamado que le ha hecho la revolución, demostrar con actos su humildad y ponerse a la orden del líder que representa a Chávez y se llama Nicolás Maduro Moros; lo demás sería pasar a la historia como otro que jugó al poder, como tantos otros que cuando no han recibido el beneficio personal que anhelaban, desertaron de destino verdadero de Venezuela, el del sueño del pueblo. En verdad creo en él y creo que tendrá la entereza de no ser una nota discordante que le da pasto a la derecha para su juego de confusiones. Un verdadero revolucionario es aquel camarada  desprendido y dispuesto a las nuevas tareas que la revolución le asigne.  Debemos entender que hoy tenemos Patria y debemos darle la más victoriosa continuidad. Si hay compañeros que no entienden esta realidad, pues den a la paciencia un espacio en sus mentes; porque “todo tiene su tiempo bajo el sol”. El Gran Mariscal de Ayacucho decía que “Nuestra América ha derramado  su sangre para afianzar la libertad”; pues, hermanos, pensemos como bolivarianos. A propósito, esta frase  me recuerda  un libro que terminé de leer hace una  semana “El túnel del San Carlos”, de Guillermo García  Ponce, donde se relata cómo fueron fusilados y maltratados nuestros  camaradas; por cosas tan sencillas como escribir un artículo de opinión en desacuerdo con la política nacional. Uno de esos ejemplos fue el compañero Orlando Araujo, apresado junto a Federico Álvarez por publicar en el semanario  “Qué pasa Venezuela”, la denuncia sobre los fusilamientos injustos que realizaban a los militantes del Partido Comunista; también de cómo fue detenido y torturado el poeta  Angel Eduardo Acevedo, acusado de terrorista en 1965, por el solo hecho de publicar un poema  titulado “Los guerrilleros, los poetas”. Y así, muchos jóvenes valiosos bañaron nuestras aceras de sangre por un sueño que no era una a utopía; murieron por exigir pan para el pobre y  gritaron por la no explotación de la clase obrera.  Por esos mártires, por Bolívar por Chávez, no  dejemos que un capricho irrumpa en nuestras filas; seríamos demasiado irresponsables al poner la revolución  en manos de disidencias infundadas, cuando es más que nunca la hora de la marcha unida. Nadie es imprescindible en esta revolución; esta es una revolución joven y si un compañero se deja llevar por sus deseos (o ambiciones) personales, daría muestras de su débil personalidad y no creo que sea el caso. En un proceso revolucionario, no olvidemos eso, aparecerán cada día más y mejores revolucionarios; porque, como dijo un líder histórico de Nuestra América, el Comandante Fidel Castro, “sabemos que no vivimos más que para un solo fin, porque sabemos que nuestro destino ha sido este, el de servir a nuestra Patria y a nuestro pueblo, porque han sido muy grandes y muy profundas las emociones que hemos vivido, porque cuantas veces nos hemos reunido con el pueblo, hemos recibido ese aliento y ese cariño, que es el cariño que impulsa a los hombres idealistas, que los hace más firmes, que los hace más decididos”. Si de algo estoy seguro, camaradas, es de que acá hay una juventud que respaldara el candidato de la revolución y seremos incansables; porque con la revolución tenemos el deber de estar apretados en el puño que la lleva hacia la victoria, contra ella no tenemos derecho alguno.