martes, 3 de septiembre de 2013

Resonancia del Gallo rojo




Ayer, cuando salía de un Mercal, cargado de alimentos comprados a precios solidarios, me preguntaba cuánto hubiese necesitado para comprar lo mismo en esos mercados que siguen narrando el cuento de “oferta y demanda” y se aprovechan de ciertas circunstancias artificiales para ponerle las cosas difíciles a sus semejantes. Así conversaba con un señor unos años mayor que yo; pero él fue más allá Me dijo de los muchos seres valiosos que salen al quehacer diario, a sumarme a esta hermosa aventura de vivir en una revolución y lo hacen en ese difícil sendero al que le pesa el fardo del pasado y la acción de gente que no puede o no quiere desprenderse del. Me recordó a Chávez, cuando decía que para llegar a donde hemos llegado ha costado mucho, ha sido un camino largo y lleno de escollos pero aquí estamos todavía, avanzando y con la frente muy en alto, con nuestra bandera vigorosamente sostenida por manos que señalan el rumbo del sur, del verdadero sueño Americano, ese que no muestran en televisión burguesa, subeditada a los alienantes intereses hegemónicos. Pero a pesar de eso hay un sueño por el que lucharon y luchan los hombres libres, los que se consagraron en la batalla de los pueblos pisoteados por el aun viviente latifundio. Porque hay una humanidad que no se rinden ni juegan a que si me das me callo; en la historia venezolana ha habido y hay gente dispuesta a no ceder, ahí están las páginas de la independencia, tanto en la guerra federal librada por los patriotas que acompañaron al General en Jefe Ezequiel Zamora, como en las gestas de Maisanta, el último hombre a caballo, como en las guerrillas rurales y urbanas de los años 60, conformadas por el pueblo con el pueblo y para él pueblo. Pero también es combatiente ese pueblo de hoy, sin distinción de sexo ni edad, hay gente que está a la vanguardia y siguen en la lucha. No olvidan que en estos días libran una lucha de ideas en la que hay que apelar a lo mas noble y dejar a un lado el individualismo obtuso que tanto daño ha hecho a los pueblos; hay que fortalecerse en el quehacer cotidiano, desde lo colectivo; a cualquier lugar al que vaya un venezolano debe dar el ejemplo, debe mostrar su fe en un mundo mejor; pero debe comenzar por sí mismo, con mucha mística y disciplina, debe crear una especie de microcosmos como lo hacia nuestro comandante supremo; pero sobre todo con amor mucho, con ese que salía de lo más intrincado del espíritu de Chávez, ese Chávez que el imperio y sus lacayos de la oligarquía nos quieren matar; porque no debemos pasar por alto que Chávez vive y porque vive es un peligro para los que quieren un mundo de unos pocos contra el derecho de todos. El llamado es para todos, la población venezolana tiene el deber histórico de a fortalecer la unidad. En Barinas, en la patria toda, la pelea es peleando, hermanas y hermanos. Es archisabido que la derecha quiere robarnos el itinerario colectivo para hacerse escuchar y confundirnos. A esta revolución no la para nadie; en el país solo hacía falta un gallo que cantara y ese gallo rojo cantó y al hacerlo entró en el alma de Venezuela y la resonancia de su eco fue escuchada entre el cerro y la montaña. Ese eco fue reconocido en el imaginario colectivo y hoy resuena con mayor fuerza por todo el mundo. Martí es heredero de Bolívar; Fidel lo es de Martí y Chávez lo es de Bolívar y de todo ese pensamiento que se ha definido en la avanzada de los pueblos por purificar su condición humana; Chávez es hijo pródigo de esos ideales del Libertador. Pero para darle continuidad a esos valores es preciso mantener la disciplina; porque la disciplina es un eslabón ineludible en el ascenso a la victoria. Cada ciudadano debe preguntarse qué historia estamos leyendo; porque no es cuestión de forma, es un asunto de principios; una persona no se mide por su inventario de palabras ni por la calidad de sus gestos, se mide por su consagración a lo humano, a la lucha, por el grado de responsabilidad y honestidad que aplique en sus labores. Frente a las adversidades, estamos destinados a fortalecernos cada vez con mayor fulgor; porque el enemigo está ahí, "a pata e mingo" para decirlo en buen llanero. Está en su trance, como un caimán sigiloso, a la espera del momento para atacar a su presa; ellos esperan y seguirán haciéndolo por muchísimo tiempo. Las horas coyunturales de la revolución llaman al compromiso patriótico que tiene cada individuo hijo del sur; porque ya no somos un país, somos América Latina y el resto del mundo que sigue nuestros pasos. Hoy tenemos patria, y pase lo que pase en cualquier circunstancia seguiremos teniendo patria. Bebamos a sorbos esta historia a la que tantos patriotas consagraron su vida y por la que no está demás dar la nuestra.

Nuestro tiempo





En estos días de intensa reflexión del trabajo que hacemos a diario, pensé que muchas veces nos impacientamos y vemos que todos los días es los lunes de José Arcadio Buendía en Cien Años de Soledad, esa novela obligatoria del bachillerato. Él, que un día despertó y a falta de Úrsula, impulso de la voluntad de ese personaje de Gabriel García Márquez, empezó a ver su entorno y comentar que el árbol, la casa y el cielo le parecía igual que el día anterior, llegando a la conclusión que era el mismo día. Así fue toda la semana diciendo que todavía era lunes, hasta terminar atado en el patio solo y loco mucho tiempo, quedando perdido en el lunes eterno con Prudencio Aguilar.

Muchas veces nos enfrascamos en observar nuestra revolución como si pareciera insuficiente, como si fuera lunes todavía. Nuestro tiempo no puede ser medido con cualquier reloj ni calendario. Debe ser más bien medido por los eventos históricos de los que somos protagonistas. Como decir que tenemos 14 años en el gobierno, pero que allí está contenida la lucha de 500 años de resistencia o quién sabe si más. Cada uno de nosotros tiene un tiempo histórico, transformador, entonces nuestra “guerra de los pueblos” como diría Fabricio Ojeda hablando de la lucha diaria y cotidiana no debe ser medida con cualquier objeto.

Desde hace casi 4 años que tengo en la conversa diaria de la política me ha hecho identificar la edad de las cosas que me rodean, y ya no es 2009, sino 1492 y 2013 al mismo tiempo ¿El eterno retorno quizás? Y pensar en eso me hace reflexionar en el hecho de que cada una de mis acciones se corresponde a vientos históricos que me trascienden, crecer en el árbol de los juntos debe ser asumido como eso.


Paciencia y reflexión en cada una de nuestras experiencias nos hará pensar en todos los días, y no solo el lunes en el que nos perdemos para no hacer.

Moda, mode y modus



La palabra moda proviene de término francés “mode” y este del latín “modus” cuya traducción a nuestra lengua sería manera, medida. La moda tal como la concebimos hoy surgió en el siglo XIV; desde entonces y durante cientos de años fueron los monarcas y “nobles” los que marcaron las pautas del vestir. En la actualidad, celebridades como Karl Lagerfeld, Givenchy, Jean Paul Gaulter, Chrintian Lacroix o Carolina Herrera, “dictan” las normas de aceptación del “buen vestir”; se trata de una concepción burguesa y consumista que se nos inocula e impone como necesidades innecesarias, pues el capitalismo ha creado innumerables medios para vender una imagen edulcorada de la mercancía que produce su industria del consumismo; pero no olvidemos que se trata de un círculo interminable pues crean un producto y cuando es saciada la necesidad que en torno a él han creado y este deja de consumirse a los niveles deseados, pasan de moda; es pues el momento colocar otro modelo, ya sea de celular, camioneta, computadora, vestido, zapato o cualquier accesorio en el mercado, de lo contrario sus ingresos y su poder sobre las masas disminuirá; todo esto a costa de la extinción de la consciencia de la vida armónica con la naturaleza y hasta de nuestra existencia en la tierra. Han configurado hábitos de consumo cuya naturaleza voraz va contra lo esencial de la vida y se concentra en las apariencias.

En una ocasión, le pregunte a una amiga por qué usa lo que está de moda. “A veces porque me gusta o para cualquier ocasión; la ropa de moda es bonita, es mejor que comprar esa que la pasó de moda”; lo cierto es que así piensa un gran porcentaje de mujeres y hombres en Venezuela y el mundo; pero “en realidad nada pasa de moda, solo que los productos dejan de ser rentables”, como nos ha dicho el investigador José Miguel González. De igual manera que con la televisión, en cuestión de moda, cuando vas de compras no hay opciones, en las tiendas y hasta los mal llamados buhoneros encontramos ropa de moldes increíblemente similares.

Según Nomis Méndez, “la moda es la excusa que utiliza el capitalismo para poder mantener en el mercado o distribuir en éste, todo lo que crea, invente o realice con el propósito de aumentar sus ingresos y dominar a la sociedad”. Y para confirmarlo solo hay que pensar por qué tantos gastos en campañas mediáticas para imponer la moda. Por medio de la publicidad y la propaganda de cualquier tipo; porque pensemos lo siguiente, ¿quien cuando niño no quería tener el muñeco de moda? ¿Qué casualidad que siempre en octubre o antes empezábamos a ver el comercial de la dichosa figura de acción y salíamos nosotros como robots a escribirle al niño Jesús que nos trajera ese juguete el 24 de diciembre? ¿Estará ocurriendo lo mismo con las nuevas generaciones de niños de la patria?

La moda es un arma para mutilar la cultura y la consciencia colectiva de los pueblos; todo con el objetivo de crear una sociedad de consumistas, donde todos pensemos igual, vistamos igual, peinemos igual, donde todos seamos alienados dentro del sistema. Hay que pensar en el porqué de cada acción del día, así puede ser que no seamos convertidos en autómatas; no ignoremos otra verdad, también dicha por José Miguel González, “la penetración y ruina de las naciones empieza en la defenestración de sus culturas y tradiciones”.


Bello es sentirse parte de nuestras raíces, calzar las alpargatas y escuchar el hechizo sonoro del joropo; qué hermoso vestir con prendas confeccionadas por nuestros aborígenes; agradable es lucir la ropa elaborada por la costurera de la esquina; en fin, buscar nuestra identidad, para no ser actores antagónicos de nuestra esencia, ni modelos de películas que no se parecen a nuestra madre, Venezuela.

El puño que la lleva hacia la victoria




El pasado domingo, una amiga de mi etapa liceísta me ha recordado la famosa frase, “una golondrina no hace verano”; yo le dije que es cierto pero que también sugerí no olvidar lo que le sigue; porque en verdad una sola no hace el verano pero sí “trae noticias del”. Estas palabras nos sirvieron de parábola para conversar y comprender ciertas posturas que se exhiben como trofeos y en el fondo no son más que desafueros inútiles. No creo saludable para nuestro país que dancemos como algunos camaradas, esos que dan vueltas a ciegas y mueven la cadera al ritmo de fraccionalismo. 

Hasta donde sé, el actual alcalde, Abundio Sánchez, es un revolucionario que ha hecho un trabajo en la alcaldía; pues demos eso por cierto y pasemos por alto deficiencias (también las hay) y despidamos su ciclo con un viva por sus éxitos y examinemos qué y cómo hacerlo mejor. Una etapa de su vida terminó y otra comenzará; su virtud mayor sería asumir con humildad las nuevas decisiones de la dirección política de la revolución y esperar las tareas que le correspondan. Por otra parte debe apoyar a quienes le sucederán, es un deber.


Pobre de espíritu, carente de humildad es aquel que no cede y  juzga por adelantado la capacidad del otro, el que todavía no ha tenido la oportunidad de demostrar cuánto puede hacer. No somos Dios para adelantarnos y especular sobre el trabajo que ahora le corresponde a Edgardo Ramírez. ¿Por qué desconfiar? ¿Por qué creer que el otro siempre está equivocado? Hay un nuevo escenario político y para ese nuevo escenario hay nuevas estrategias. Ellas nos llevarán a superarnos a nosotros mismos y con ello a dejar atrás esos errores lógicos de un nuevo sistema social, cuyo principal obstáculo es erigirse sobre las bases de una sociedad capitalista, enferma en sus raíces, en esas raíces que debemos arrancar para sembrar en esta tierra el árbol nuevo de la patria nueva. ¿Por qué jugar al discurso de la derecha? ¿Por qué volver al argumento enfermizo de que este o aquel “no es Chávez”? ¿Acaso olvidamos que solo somos Chávez si somos todos y que si nos desunimos somos otra vaina; pero no Chávez? En una revolución en desarrollo solo hay la alternativa de la unidad y esa unidad se hace evidente con disciplina. “Chávez, lo juro, mi voto es por Maduro”, decíamos en alta voz el 14-4; pues bien, si hicimos ese juramento ahora pongamos nuestras vidas ante los designios de la Patria y vivamos los aciertos y desaciertos como una familia, unidos. El camarada Abundio Sánchez tiene una sola alternativa: atender el nuevo llamado que le ha hecho la revolución, demostrar con actos su humildad y ponerse a la orden del líder que representa a Chávez y se llama Nicolás Maduro Moros; lo demás sería pasar a la historia como otro que jugó al poder, como tantos otros que cuando no han recibido el beneficio personal que anhelaban, desertaron de destino verdadero de Venezuela, el del sueño del pueblo. En verdad creo en él y creo que tendrá la entereza de no ser una nota discordante que le da pasto a la derecha para su juego de confusiones. Un verdadero revolucionario es aquel camarada  desprendido y dispuesto a las nuevas tareas que la revolución le asigne.  Debemos entender que hoy tenemos Patria y debemos darle la más victoriosa continuidad. Si hay compañeros que no entienden esta realidad, pues den a la paciencia un espacio en sus mentes; porque “todo tiene su tiempo bajo el sol”. El Gran Mariscal de Ayacucho decía que “Nuestra América ha derramado  su sangre para afianzar la libertad”; pues, hermanos, pensemos como bolivarianos. A propósito, esta frase  me recuerda  un libro que terminé de leer hace una  semana “El túnel del San Carlos”, de Guillermo García  Ponce, donde se relata cómo fueron fusilados y maltratados nuestros  camaradas; por cosas tan sencillas como escribir un artículo de opinión en desacuerdo con la política nacional. Uno de esos ejemplos fue el compañero Orlando Araujo, apresado junto a Federico Álvarez por publicar en el semanario  “Qué pasa Venezuela”, la denuncia sobre los fusilamientos injustos que realizaban a los militantes del Partido Comunista; también de cómo fue detenido y torturado el poeta  Angel Eduardo Acevedo, acusado de terrorista en 1965, por el solo hecho de publicar un poema  titulado “Los guerrilleros, los poetas”. Y así, muchos jóvenes valiosos bañaron nuestras aceras de sangre por un sueño que no era una a utopía; murieron por exigir pan para el pobre y  gritaron por la no explotación de la clase obrera.  Por esos mártires, por Bolívar por Chávez, no  dejemos que un capricho irrumpa en nuestras filas; seríamos demasiado irresponsables al poner la revolución  en manos de disidencias infundadas, cuando es más que nunca la hora de la marcha unida. Nadie es imprescindible en esta revolución; esta es una revolución joven y si un compañero se deja llevar por sus deseos (o ambiciones) personales, daría muestras de su débil personalidad y no creo que sea el caso. En un proceso revolucionario, no olvidemos eso, aparecerán cada día más y mejores revolucionarios; porque, como dijo un líder histórico de Nuestra América, el Comandante Fidel Castro, “sabemos que no vivimos más que para un solo fin, porque sabemos que nuestro destino ha sido este, el de servir a nuestra Patria y a nuestro pueblo, porque han sido muy grandes y muy profundas las emociones que hemos vivido, porque cuantas veces nos hemos reunido con el pueblo, hemos recibido ese aliento y ese cariño, que es el cariño que impulsa a los hombres idealistas, que los hace más firmes, que los hace más decididos”. Si de algo estoy seguro, camaradas, es de que acá hay una juventud que respaldara el candidato de la revolución y seremos incansables; porque con la revolución tenemos el deber de estar apretados en el puño que la lleva hacia la victoria, contra ella no tenemos derecho alguno.

Crear un estrecho compromiso





El valor de un árbol no se puede medir como se mide el de una puerta o un millar de hojas de papel, de esas que en muchos casos terminan en la basura. Pero resulta que para muchos un árbol es solo eso, materia convertible. Como en las comiquitas, cuando ven un árbol lo deshojan, lo transforman y en  un santiamén lo que es pulmón de la vida pasa a ser un mueble u otro “bien material” y se le coloca un precio y así hemos pasado siglos, deshaciendo lo que la naturaleza nos dio para el buen vivir. El mundo en que vivimos es asediado por nosotros mismos que curiosamente somos la única especie pensante que lo habita. Con el curso del tiempo, vemos resquebrajarse la naturaleza; la armonía de las formas, las entregas de verdaderos bienes, se transforman en talas, quemas; en fin, es como quitarse el manjar y ni siquiera saberlo. El eco de pájaros al despuntar la aurora o las imágenes que forman con su fuga hacia los nidos en el crepúsculo, han pasado a ser referencias literarias. La dureza de la roca, la paciencia del araguaney, por solo citar dos casos, son un cumulo de matices que canjeamos por el silencio de paredes sombrías; es una ilusoria seguridad).

¿Cuántas personas viven? ¿Cuántas disfrutan el regalo de la vida? ¿Cuántas ni siguiera han logrado ver la belleza del alba? ¿Cuántos son los seres que deambulan por avenidas sin atestiguar una escena de los animales que cruzar las ramas? El hombre se encuentra en un círculo global, lleno de vicios obsoletos; no logran desprenderse de ellos. Palabras como identidad, se pierden entre las fibras de los cosméticos y los colores de las mansas telas de hoy: Alienación, trivialidad, conformismo, son palabras ya tan comunes que parecen  parte de nuestras familias. Por eso urge despertar; porque si seguimos en el sueño de los viejos hábitos de consumo, incluido entre ellos el cultural, terminaremos comiendo plástico.

Una vez un amigo me contó la manera en que se conquistaba las mujeres en su tiempo; una de las tantas eran llevándoles serenatas, poniendo las fibras de la música en sus ventanas. Entonces, si miramos de manera crítica cómo son las relaciones amorosas hoy día, nos daremos cuenta que están siendo afectadas por un fantasma que nos susurra al oído que debemos buscar alternativas, para no mirar hacia un solo lugar, el lugar  donde abundan, las marcas, y por lo cual también somos mercancía. Las masas solo son vistas de esa manera. La superficialidad suplanta nuestros valores; está probado que en los centros comerciales surge una gran demanda de energía eléctrica, gracias al derroche que esas instalaciones cometen a diario. Son factores que afectan nuestro medio ambiente; son parte de lo que padece nuestro planeta; de ello se desprende el Lamentable individualismo que pulula. El consumo nos hace egoístas. En un encuentro de intelectuales que hubo en un país hermano, Cuba, se hablaba de la paz y la preservación del medio ambiente. Asistieron 69 intelectuales de 21 países y entre sus tantas conversas, el Comandante Fidel Castro Ruz le preguntó al periodista e intelectual Alemán Harri Grünber, si había en Alemania gas de esquisto debajo de los yacimientos que antes fueron de carbón; el periodista desconociendo ese gas, le pidió a Fidel que siguiera hablando. El líder revolucionario le dijo que el gas de esquisto tiene un método de extracción por fractura hidráulica que es sumamente contaminante y cancerígeno. Esto nos hace pensar en en el momento que nos ha tocado, en la responsabilidad con la que debemos asumir nuestras vidas. No tiene sentido ignorar que el egoísmo de unos pocos causa la muerte a muchos. Solo una fuerza moral colectiva es capaz de salvar el mundo. Ese es el llamado al que debe acudir la juventud; porque de nosotros depende la protección de nuestra PACHAMAMÁ que en castellano quiere decir madre tierra. Donde nos encontremos hay que crear un estrecho compromiso y fortalecer la unidad, ya que en ella está la victoria.